NOTRE DAME
Y de Notre Dame el jorobado
(¿o quizá Victor Hugo?)
acurrucado bajo una gárgola
se tapa los oídos,
y, agobiado por tanta belleza
hecha boato,
exclama mentalmente:
«¡Idos!»
«¿Dónde están mis pobres penitentes?»
piensa ella (la catedral)
aturdida por tantos personajes
eminentes.
Y, a pesar de todo,
el que esto escribe
(el poeta)
está contento
(y feliz: ¡Oh, Notre Dame!)
con este evento.
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