AMOR 99 (LA LUCHA POR UNA MUJER)
por Pedro Fernández Cuesta
Novela
PROTAGONISTAS:
1. ÉL:
Una semana tranquila
(había dicho su HORÓSCOPO SEMANAL Por el profesor Alburquerque) es
la que empieza ahora.
De buena presencia, de
buena familia.
De pequeño veía “EL
VIRGINIANO”: Director Seymour Robie.
Intérpretes: John Mc Intyre. Doug Mc
Clure. James Drury. Sara Lane.
2. ELLA:
Ojos brillantes.
Un ángel.
La amada de él.
3. EL OTRO:
Un consumado impío.
Irónico.
Bastante feliz.
Superficial.
De buena presencia.De buena familia.
CAPÍTULO CUATRO: EL
CEMENTERIO.
1. SI AQUEL POLICÍA
(CUMPLIENDO,
lógicamente, con su
deber) no nos hubiera separado: YO HABRÍA VENCIDO. Y, ahora que
recuerdo, cuando ya se alejaba, mi rival me gritó algo así como:
¡Te espero en el cementerio: esta noche! Pues bien: ¡Acepto el
reto! ‒piensa Él‒.
2. Y, UNAS HORAS
DESPUÉS,
(ÉL: El joven
rico, uno de esos estudiantes inconstantes ACOMODADOS) salta el muro
del cementerio.
PARA GANAR EL AMOR DE
ELLA ENTRA, sin salvoconducto ni consigna, quizá empujado por el
destino, en un espacio tenebroso: La morada de los muertos (Lugar
sagrado que, en la noche, ofrece su dimensión obscura).
Salta el muro
(‒¡ADELANTE!:
probablemente estaba escrito en el LIBRO DEL MUNDO) y siente que
desciende (‒Me
siento como un PROFANADOR de arcanos) al reino de los muertos.
‒Además me aprietan
los zapatos ‒piensa‒.
Él (El joven rico: Uno
de esos estudiantes inconstantes ACOMODADOS) ha saltado el muro.
Una máscara le oculta:
La noche. La luna apenas ilumina los árboles tétricos.
Y, aunque quizá no
quieras creerlo, amigo lector, por haberse educado en un ambiente
católico cree ÉL (El joven rico: Uno de esos estudiantes
inconstantes ACOMODADOS) que, por saltar (sin salvoconducto ni
consigna) el muro del cementerio, ha pecado.
(¡Cuidado, hijo mío!)
‒Dicen ‒piensa ÉL
(el señorito ligero)‒ que el infierno está situado en el interior
del planeta: Allí viven monstruos que, con fuego, torturan las almas
de los pecadores.
(‒¡Maldición, cómo
me aprietan los zapatos!)
Es igual: ÉL tiene que
ganar el amor de ELLA (‒El amor de una mujer se gana así: con los
puños).
Por eso camina por el
cementerio (lleva una linterna) en busca de su rival.
LA NOCHE ES NEGRA COMO
LA MUERTE.
Y ÉL, aunque es más
valiente que cobarde, siente algo de miedo; pues el cementerio,
cuenta la leyenda, es un lugar de expiación: Para las almas de
aquellos que, al morir, no fueron admitidos: Ni en el Cielo ni en el
Infierno.
(¿Es cierto que hay
Infierno?)
Pues en el cementerio,
sigue contando la leyenda, vagan estas almas cuyo frío aliento, que
surge de profundos abismos, estremece.
‒Acuérdate también
‒pensó ÉL‒ de nuestros hermanos, que durmieron con la esperanza
DE LA RESURRECCIÓN, y de todos los difuntos: ¡ADMÍTELOS A
CONTEMPLAR LA LUZ DE TU ROSTRO! (...) Porque...
CRÉEME, HIJO: Hay
hechos como símbolos: ÉL salta el muro del cementerio: ¡EN LA
NOCHE!
¡Cuidado, hijo mío!:
No quieras adquirir, en una sola noche, el poder y la ciencia que,
durante siglos, asimilaron los muertos.
¡ES PELIGROSO, HIJO
MÍO, DESCENDER A LOS INFIERNOS! Además: Tu amada (ELLA) no está
aquí, luego...
‒¡Domina tu miedo!
‒piensa ÉL‒, pues lo que has decidido: ¡Has de hacerlo! ¡Aunque
te aprieten los zapatos!
(PERSEVERANCIA)
3. Y AQUÍ LE TENEMOS:
Caminando por el
cementerio (lleva una linterna) en la noche.
‒ELLA me arrastra a
los infiernos, pero tengo que conseguir su amor: ¡A cualquier
precio!
Y no lo puede evitar:
Siente miedo: ‒¡Malditos espectros inferiores! ‒piensa‒. Y
huesos humanos parecen, a sus pies, crujir: ‒Recuerda a tu hijo
‒piensa ÉL‒ a quien llamaste de este mundo A TU PRESENCIA:
Concédele que, así como ha compartido... (...)
(...) ...comparta, con
Jesucristo, la gloria de la resurrección. ¡Sí!: Algún día (como
católico lo creo) Cristo hará surgir, de la tierra, a los muertos:
Y transformará mi cuerpo frágil (que no puede aguantar ni unos
zapatos) en cuerpo glorioso... ¡SÍ!: ¡GLORIOSO!
4. Y NO LO PUEDE
EVITAR:
Mientras (en busca de su
rival) avanza: CREE OIR VOCES: Quizá de seres incorpóreos (-Dicen
que durante el día rondan, por el cementerio, los ángeles buenos y,
por la noche, los ángeles caídos).
Quizá de seres
intermedios (‒Dicen que...)
Quizá de seres
demoníacos.
‒¡Pero no debo tener
miedo! ‒piensa‒ ¡Soy un hijo de la ATLÁNTIDA!
Y de pronto,
resplandeciente en el negro cielo puede ver, con su larga cabellera,
una estrella de plata que tiembla, hermosa peregrina, en el espacio
infinito.
(‒La veo, pero no
ahora, la contemplo, pero no de cerca ‒había dicho el profeta
Balaam‒.)
‒Veo mi infancia, pero
no ahora, contemplo mi infancia, pero no de cerca ‒piensa ÉL‒.
‒Sí, veo mi infancia
(La estrella de plata: guiando a reyes y pastores, el arbolito
adornado, la dulzura, las risas, los villancicos, el invierno tras el
cristal, ...) pero no ahora.
Pero: Aquella estrella
¿Está allí?, ¿No será un fantasma del firmamento? (¡Oh, pálida
y luminosa fantasía!) ¡Oh, sueño plateado o sugestión
melancólica! (delirio fugaz del espíritu: por lo lúgubre del
paisaje, tal vez, sueño para olvidar, bajo el mármol, el negro
abismo) ¡Oh, eco del corazón!: que finge mientras palpita. ¿No
será un producto del miedo? En cualquier caso...
¡Qué distante! ¡Qué
libre en la inmensidad! ¡Qué lejos del tormento de los vivos, allá
en el cielo! ¡Qué lejos de las lágrimas, de la angustia...!
Sólo belleza pura: De
un camino sin fin peregrina, en el firmamento, como un espejismo
sobrenatural y...
HERMOSO.
‒Yo, en cambio, en
este sepulcro ‒piensa ÉL y, apartando la vista del cielo ve ante
él, decorada con entrelazados esculpidos, una cruz de piedra y,
junto a ella, de piedra también: un ángel.
5. Sí: Ante ÉL:
Una cruz de piedra, con
entrelazados esculpidos.
Con entrelazados como
una caótica melodía, como una melodía petrificada e infinita.
Con entrelazados de los
que surgen desfiguradas, desgarradas, fantásticas, monstruosas
formas.
Como una oración
sublime.
Y, en el centro de la
cruz, brillando solitaria, purísima, una PIEDRA: PRECIOSA como
centro del MUNDO, lanzando rayos esplendorosos, defendida por el gran
círculo de piedra perforada que, tal vez, limita su poder: Con su
eterno movimiento de retorno eterno.
Y, a los pies de la cruz
de piedra, a los pies de la cruz (que ÉL ve ante sí): ¡Flores
fragantes de todos los colores! Flores que parecen recién cortadas:
Anaranjadas, amarillas, rojas, azules... Bellas y fugaces como la
estrella plateada.
‒¡Qué hermosas!
‒piensa ÉL‒ cogeré algunas para ELLA.
Y ya está a punto de
hacerse con ellas, ya siente, cerca de sí, el suave perfume del
preciado tesoro. (...)