Pedro Fernández Cuesta
(FRAGMENTOS): POEMAS 1. He aquí
una penumbra
que no teme represalias: se trata de un curioso,
formidable,
tal vez joven (como el basketball) fenómeno.
Pero algunos sostienen (y no nos extraña)
que ese jeroglífico (la penumbra)
[París, Francia]
por más que se transmute en (tan joven)
deliciosa mujer (sus labios) [detestando al obrero
(por grosero): su mirada tan torva, proletaria], por más
que en su habitación (la de ella: deliciosa mujer: sus labios)
no veas más que un libro: “El mundo, ¿será eterno?”
(folleto de Carlos Richard,
traducido por Eduardo F. García.
Precio 25 céntimos.
Biblioteca de “La Irradiación”),
por más que
QUESOS, MANTECAS
y comestibles finos
RIVAS-GARCÍA. PELIGROS. 10,
por más que...
no alcanzará su estilo tan temprano,
sus soluciones grandes, las sorpresas,
los obsequios, los muebles agradables.
Pero he aquí [París, Francia: la penumbra]
que, después de todo,
y no te creas que estoy hablando en broma,
siempre podrá canjear instantáneamente, en su tienda,
sus premios de las tapas de Mirinda.
2. Un hombre
Un hombre, con paso breve,
deja su rastro en la nieve.
(Todo en torno está nevado:
alba una casa, albo el prado.)
Un hombre deja su rastro;
entre las nubes, el astro.
En su reloj de bolsillo
el astro sol pone un brillo
cuando mira el caminante
la hora. Sigue adelante.
(Todo en torno está nevado:
alba una casa, albo el prado.)
Todo en torno
está nevado:
alba la casa... albo el prado.
3. Paisaje azul
Poliedro en la playa abandonado.
Arlequín que medita cabizbajo
(«¿Por qué de este vivir a cruel destajo?»)
cansado de su esfuerzo denodado.
Su caballo, al paisaje allí hermanado
por la luz y la tarde, sin trabajo
su cuerpo escultural con desparpajo
cimbra exquisito, azul, tornasolado.
Ritma el rumor que aflige de las olas.
Está febril el cielo con sus nubes.
Radiante está de paz el poliedro.
Cansado el arlequín de sus cabriolas
ensueña con angélicos querubes
ajenos al sufrir, al mal y al medro.