Un poema azul y sombrío
para ti,
Hipatia que estás
en Salamanca.
Pasaste a mi lado.
Cruzábamos el viejo puente
en direcciones opuestas.
Pasaste celeste y pensativa
entre los herrumbrosos
pensamientos
que zumbaban
en la tormenta
de mis obsesiones.
Y mi alma melancólica
descifró un
jeroglífico azul
(Habías saludado
a ese bloque de piedra
que es un toro;
al amanecer,
cuando en el río oscuro
naufragaban
áureas blasfemias
moribundas).
Luego te vieron salir
de la vieja Universidad.
El pelo suelto,
la mirada baja...
Para no saludar a la funesta rana
que a la fúnebre calavera
lobreguece.